Zona cero y nuestra capacidad de recuperación

Zona cero y nuestra capacidad de recuperación

El largo y laberíntico paseo desde la entrada hasta llegar al memorial del World Trade Center hace que te de tiempo a ir recapitulando en tu mente los acontecimientos que ocurrieron ese día. Una vez pasados los controles de seguridad, en cada paso va creciendo el silencio y las imágenes recibidas van tomando vida no sólo en la fría distancia sino que, de alguna manera, estar en el lugar te envuelve y eres más consciente de lo que tuvo que ser estar allí en el día de la tragedia.

Pero antes de llegar ya te impresiona algo, desde muchos puntos de la ciudad de Nueva York se observa un imponente edificio, aún con algún piso por terminar, pero con las antenas de la azotea señalando que lo principal está hecho. Es el One WTC (el edificio Uno del futuro complejo World Trade Center) y, aunque no son las torres gemelas, su simbolismo es incluso mucho mayor.

Más allá de su altitud 1.776 pies que representa el año de la independencia de Estados Unidos o que su azotea estará colocada a la altura exacta que tenían las torres gemelas, para mi lo más importante es que representa la capacidad del ser humano para levantarse ante cualquier circunstancia que se produzca.

El poder del odio y de la destrucción que provoca pueden ser tan grandes como lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001, pero la creatividad, la pasión, la ilusión y la perseverancia de los seres humanos les permite levantarse de sus escombros con más fuerza, más consciencia y más belleza que cuando cayeron.

Es como mirar a los ojos al mal, sería increíble si pudiésemos hacerlo mirándonos a los ojos a nosotros mismos, allí donde reside la misma semilla por la que culpamos a otro, y decirle “Mi parte sagrada es más fuerte”. O cómo nos indica el Ho’oponopono “Lo siento, perdón, te amo, gracias”.

Obreros colocando las dos piezas finales de la aguja, en lo
alto de la torre One WTC a 1.700 pies de altura.

Destruir es más fácil y mucho más rápido que construir, pero justo ahí donde parece que reside su fortaleza está su mayor debilidad. La destrucción se gesta en unos meses, en unos años quizá, y dura unos segundos, unos minutos, unas horas. A partir de ahí, empieza la construcción. Para reconstruir lo perdido ésta se alarga durante años pero con cada piedra puesta para levantar lo nuevo el corazón se llena de energía creativa y del amor necesario para construir vida, el cuerpo conecta con sus recursos más extremos, con todo su potencial y todo unido nos acerca a la esencia más profunda de un ser humano. Así que durante todo el largo proceso de construcción estamos conectados con nuestra fuente, con eso que nos hace sentir plenos, vivos. Mientras que cuando destruimos, la satisfacción generada por el alivio de nuestro rencor solo dura unos segundos, unos instantes emocionales que no llenan el vacío en el que nos sentimos mientras permanecemos alejados de nuestra esencia humana, el Amor.

Para vivir tras un golpe tan intenso se necesita superar un reto muy exigente: trascender el odio que la acción del otro nos produce. A veces ocurre que nos quedamos enganchados a la rabia, el rencor y el deseo de venganza que la afrenta recibida nos produce. Entonces iniciaremos una guerra contra nosotros mismos, porque el odio que nos mueve a combatir al otro es el mismo que albergamos dentro y nos da fuerza para hacerlo, así que nunca podremos eliminarlo fuera porque… ¡está dentro!
Es esta paradoja la que produce una espiral de destrucción, de guerra, de desconexión que ha acompañado al ser humano en toda su evolución y que, supongo, seguirá con nosotros hasta que lleguemos al nivel de evolución requerido para la iluminación. Ya Buda decía que hasta que el último ser humano no se iluminase él no alcanzaría la iluminación, gran lección que nos recuerda que somos uno y que sólo si hacemos las cosas diferentes, sólo si tenemos la valentía de transformar el odio en amor, la reacción en comprensión y elección, podremos ayudar al otro a hacer su propio proceso. Siempre recordaré la lección de Irene Villa cuando nos decía que los terroristas le podían haber arrebatado sus piernas, pero que si conseguían contagiarle su odio entonces lo que le habrían quitado sería su vida.

Está claro que todavía estamos lejos de superar y gobernar nuestros miedos más profundos, pero lo que quiero señalar en este post es nuestra capacidad para hacerlo. Podemos elegir declarar una guerra o reconstruir más bello lo que nos han arrebatado… podemos elegir.

Escribiendo esto recuerdo las palabras de José María Doria:

“No te enfrentes al mal, trabaja enérgicamente a favor del bien”

No quería terminar este post sin honrar el esfuerzo y sacrificio de los trabajadores de los equipos de emergencia que ofrecieron su vida tratando de ayudar a los demás. Para todos ellos y para sus familias, mi agradecimiento, mi respeto y mi recuerdo, que será inspiración para nuestras acciones.

Placa conmemorativa de los profesionales de primera respuesta en Emergencias,
en el monumento de conmemoración situado en el lugar donde estaría la primera torre.


  1. Avatar Anonymous Says: mayo 27, 2013 at 9:08 pm

    Siempre tan oportuno!!!!
    Mi nudo en la garganta me permite disfrutar del SILENCIO!!!
    Gracias!!!!
    Construyendo mi memorial ISR

    ESA

  2. Avatar Anonymous Says: mayo 28, 2013 at 12:33 pm

    No hay nada como sentirse lleno de amor y paz, yo hace tiempo que encontré este camino, y lo siento por las personas que llenas de odio, rabia y dolor han querido destruir torres tan grandes y fuertes, por no saber controlar sus emociones.

    Destruir es más fácil y mucho más rápido que construir, ellos con un solo acto hacen que en un momento todo se derrumbe, sin embargo no son consciente de que hacen más fuerte a la persona atacada y que con cada piedra puesta para levantar lo nuevo el corazón se llena de energía creativa y del amor necesario para construir vida.

    “No te enfrentes al mal, trabaja enérgicamente a favor del bien”

    Agradecida a Dios de estar llena de amor y paz y saber canalizar mis emociones hacia el amor y no hacia el odio, construyendo vida.

  3. Construir!!!! Me ha llevado bajar hasta querer volver a Destruirme!! Para ver que Quería Ser!Quería Remontar los tres años de dura “lucha”, (aunque parece ser que soy luchadora desde que nací).
    Construirme mi nuevo Ser, el Único, el Yo, el que se elevó un nivel Superior!!! llegué a El diciéndome “hasta aquí he llegado!” Era el momento de Empezar!. Hasta ese momento estaba Siguiendo. Viviendo. Pero después Elevé mi Ser para conocerme, saber que existía, y era Yo. Mi Amor. El que no podía encontrar fuera por mucho que buscara porque estaba, Está Dentro de Mí!, Siempre ha estado ahí.
    Entonces, dejé de buscar y llegó Más Amor. Más Verdad. Mas Abundancia del Universo.
    Cuando ocurrió la masacre de las Torres Gemelas era la primera vez que volvía a España después de seis años en EEUU. Acabábamos de irnos a descansar, cuando mi madre nos llamó gritando que fuésemos corriendo a ver lo que pasaba!!! Fue tan grande mi Dolor, inmenso el no poder creer lo que veían mis ojos. Tan afortunada me sentí, mi familia había salido del país apenas unas diez o doce horas antes de ese momento!, podíamos haber elegido un día después para salir!, fue como decir “yo y mi familia estamos aquí con una Suerte Inmensa de creer que podía habernos ocurrido a nosotros, o no haber podido vivir el sueño de volver a casa en las primeras vacaciones a España”, y pensaba, y pensaba, y creía que no podía pensar cosas más absurdas que lo que estaban viendo mis ojos. Que aquello lo superaba todo. Que tenia tantísimo miedo por mi familia política en aquel momento. Por mi propia familia. Que sentía tanto Dolor por el país que me acogió como segundo hogar.
    Fue tan Doloroso.
    Pero el odio del momento pasó. Sí. Duró. Si. Pero era impotencia después. Luego, tristeza, luego más dolor.
    Y al cabo del tiempo veo cómo se ha vuelto a re-construir del Dolor, la Inmensidad del Ser Humano!. Su capacidad para reponerse. Lo he visto en mi Ser. Lo ví entonces, cuando volvimos al país. Vi cómo se podía Construir de la nada, El Todo.

  4. Ufff!!! Llego a tu blog y me encuentro con esto. Más que oportuno. Hoy me preguntaba: ¿Cuánto tiempo lleva una “reconstrucción”?

    Recorrido gran parte del duelo y sus fases (reconocerse en cada una de ellas tiene algo de paradójico), pasada la negación, la rabia y la negociación, llega la tristeza…y con ojos tristes cada mañana, un pequeño mantra: “pasará…ya queda menos para la aceptación” Incluiría una nueva “fase”, la del vacío…donde la emoción no toca, donde ni la característica dualidad del ser humano (“lo bueno y lo malo”)tiene sentido. Se extrae el aprendizaje de la experiencia y te das cuenta de que ya lo sabías de antemano. Ser alumno de uno mismo rara vez te deja superar al maestro.
    Pero recuerdas que hay una esencia, un centro del que te has salido y al que hay que volver. Recuerdas que hay que reconstruir. Te apoyas en los modelos, en los pequeños instantes del día en los que te reconoces a ti mismo poniendo ese ladrillo, dando ese paso, aunque sea pequeño y cueste tanto, porque pesa, el alma pesa, los pensamientos y los recuerdos son piedras que hay que ir vaciando de la mochila mientras se anda ese camino. Ser consciente de esto aporta algo de alivio.

    Y sí, construir lleva más tiempo que destruir. Y es inevitable pensar, que aunque el nuevo edificio sea más fuerte y bello, aquello que se consumió en la base, de alguna manera, también forma parte de los nuevos cimientos, sigu e estando, hay huella. ¿Cuánto de fuerte puede ser esa marca? Supongo que depende del propio arquitecto, del propio obrero, que con sabiduría sabrá que tapar un desperfecto no lo hará desaparecer.
    Tiempo, trabajo, esfuerzo y siempre el amor. Quizás lo único capaz de sobrevivir a cualquier derrumbe. Esperar que el amor termine la obra de reconstrucción. El amor por uno mismo, que en esencia es amor por todo lo que nos rodea.

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