Siempre hay un faro
Un faro siempre está ahí, independientemente de que la presencia de luz lo haga innecesario.
En ocasiones la luz que nos rodea es tan potente que nos olvidamos, pero que nos olvidemos no significa que deje de estar ahí, presente, girando, permaneciendo por si llega la noche y nos perdemos.
Y si hay un faro que nunca se apaga ese es el que todos tenemos dentro, quizá el más difícil de encontrar pero que nunca se apaga. En ocasiones, en el camino hacia descubrir nuestra inmutable luz interna, necesitaremos de faros externos que nos pongan guía cuando estamos perdidos. No hay nada de lo que avergonzarse porque buscar una referencia que nos ayude a encontrar nuestro camino en las sombras es un gran acto de valentía. Porque un faro no está ahí para iluminarnos permanentemente, solo para avisarnos de un peligro inminente o para ayudarnos a llegar a puerto. Si tratas de aferrarte a la luz de un faro te quedarás estancado a merced de las olas… muy cerca de las rocas…
Así que hoy honro a los faros, a aquellos con los que trabajo y aquellos que me han guiado a puerto, a casa, a mi corazón, aunque todavía queda camino, hacia dentro y hacia fuera.
Antonio de Dios González
Bellisimo
Tú eres mi faro en estos momentos y supongo que el de muchas otras personas que como yo nos dejamos guiar por la luz que emites iluminando el camino que cada uno debe seguir. Gracias por tu luz