Evolucionar tú es cuidar a tu hijo
Nadie nos enseña a ser padres, se aprende sobre la marcha y con las particularidades que presenta cada familia y su realidad. A pesar de ello, en consulta se pueden ver ciertos patrones y problemáticas frecuentes.
Cuando los niños llevan a cabo conductas disruptivas, “se portan mal”, a veces nos vemos tentados de reprocharles “eso que haces me pone triste” o incluso “mamá / papá quiere estar feliz”. Debemos de ser cautos con responsabilizar a nuestros hijos de nuestro estado emocional o compartir con ellos nuestras preocupaciones y miedos. No es su rol ni cuentan con el desarrollo necesario para tal función. Los niños necesitan sentir que sus padres y cuidadores principales (referentes) pueden sostener las distintas situaciones y estados emocionales por los que estén pasando. Somos humanos, y por supuesto que, durante la crianza, aparecerán miedos, dudas y momentos en los que nos derrumbemos y necesitamos apoyarnos en alguien. Pero ese alguien ha de ser un igual; la pareja, familiares, amigos, un profesional, etc. El niño no debería dejar de ser niño e ir adquiriendo únicamente las responsabilidades propias de su estadio evolutivo: recoger sus cosas, hacer los deberes e ir manejando poco a poco sus propios estados emocionales de manera adecuada como la frustración y la tristeza.
También es frecuente intentar compensar en ellos carencias que percibimos en nuestra propia infancia. Si de pequeño, mi familia carecía de recursos y viví con tristeza tener pocos juguetes, intentaré sanar esa herida colmando a mi hijo de regalos y corriendo el riesgo de irme al extremo opuesto. A veces, estos padres comentan en consulta que sus hijos no valoran lo que tienen, quieren que valoren el dinero que le cuesta a ellos todo aquello que les dan. Nuevamente, pedimos a un niño que valore algo que no maneja en su día a día. Un niño no trabaja para ganar dinero y poder pagar las actividades extraescolares o sus juguetes. Esa es la perspectiva y realidad de nosotros, como adultos. Los hijos reciben juguetes y, con excepciones en función de sus personalidades, tenderán a pedir y conseguir tanto como puedan. No pueden valorar por arte de magia lo que tienen, es nuestra enseñanza la que tiene que ser coherente y mantener un equilibrio entre lo que necesitan, lo que se esfuerzan y lo que reciben. Si damos en abundancia, hacemos que se convierta en algo habitual.
También se puede dar el caso de un padre o madre que en su infancia vivió muchas reprimendas sin causa justificada y límites en exceso. Al crear su propia familia, deciden dar a su hijo un ambiente sin discusiones e incluso convertirse en sus amigos. Pero eso tampoco es lo que necesita un niño. El niño necesita y agradece tener límites, puedes ver más sobre esto en el post de Mónica “Los deseos básicos: deseos de delimitación”.
¿Y cómo lo hago sin sentirme un tirano? Hablaremos próximamente sobre los estilos educativos, autoritario, indiferente, permisivo y democrático. De momento solo queremos transmitirte nuestra admiración por tratar de ser mejor padre o madre cada día y recordarte que tu propia evolución y bienestar es el mejor regalo que le puedes hacer a tu hijo/a.
Teresa Soto
Psicóloga