Tenemos miedo
Tenemos miedo. Tenemos miedo a abrirnos y que nos hagan daño. Vivimos bajo esa mentira que nos limita y consume nuestro bienestar. Seguimos siendo dependientes como cuando éramos niños, cuando éramos vulnerables y nuestro estado emocional y supervivencia dependían de cómo nos tratasen papá y mamá.
Tenemos miedo a que nuestra autoestima, tanto tiempo trabajada en cursos y terapia (los valientes que se atreven), se venga abajo si nos abrimos a la persona equivocada. Pero no existe una persona equivocada, existe nuestra apertura al amor o el cierre preventivo que nos limita el gozo y provoca nuestro sufrimiento.
Tenemos miedo a abrirnos y ser traicionados. Y tu miedo tiene razón, cualquier persona que conozcas acabará traicionándote, haciéndote daño, si pones sobre sus hombros la carga de hacerte feliz. Otra de las grandes mentiras de la mente porque nadie tiene la capacidad de hacernos felices y si le cargamos con ese peso imposible de satisfacer somos en realidad nosotros los que estamos traicionando, esperando que otro nos ofrezca lo que estamos escondiendo dentro de nosotros. Nos pueden prometer la Luna, incluso llevarnos a ella, pero nunca será suficiente para nosotros. Porque el Amor que anhelamos solo es posible sentirlo yendo hacia dentro y si lo tenemos encerrado y protegido por mil candados no habrá estímulo externo que pueda satisfacernos, que pueda igualar el anhelo de nuestro corazón de vibrar desde su fuente de Amor. Sentiremos alegría y pasión, pero al final nos veremos inundados por la misma frustración, víctimas de nuestro mayor engaño: “Si encuentro a la persona perfecta para mi, y hace lo que yo espero, seré feliz”.
Cualquier persona es perfecta para ti si te ayuda a abrir tu corazón. Lo que ocurre es que, a veces, lo tenemos tan protegido, tan inmensamente cerrado, que el otro que nos ama trata de abrirse camino hacia nuestro corazón a martillazos contra nuestra impenetrable armadura. Tratando en vano de sentir aquello que intuye en nosotros pero que nosotros tanto protegemos.
Solo si tomamos la decisión de abrirnos ante el otro, si somos constantes en nuestra valentía de llegar a lo más profundo de nosotros mismos más allá de los gritos de miedo de nuestra mente, podremos sentir nuestra fuente de Amor fluyendo a borbotones. Y en esa experiencia de éxtasis desaparecerá nuestro ego (de ahí el miedo) fundiéndose con el otro si tiene la valentía de acompañarnos en el proceso. Pero incluso ese éxtasis no durará para siempre, a no ser que tras el encuentro sigamos abiertos completamente, a la vida y todas sus vicisitudes. Si al salir del profundo encuentro con nuestro amante nos cerramos esperando la vida perfecta, por miedo a que alguna circunstancia de nuestra vida nos haga daño, será la Vida la que pensaremos que nos traiciona.
Y si has perdido a tu pareja, como le ha sucedido a un par de pacientes míos esta semana, o estas soltero como me pasa a mi, tienes la oportunidad perfecta para abrirte al dolor, abrirte a lo que sea que estás sintiendo aquí y ahora, y descubrir que el AMOR es algo que llevas dentro, no algo que el otro te regala y te puede arrebatar en cualquier momento.
La realidades que solo podemos traicionarnos a nosotros mismos, porque somos los únicos que tenemos la llave que puede abrirnos de par en para a la experiencia que nos han adelantado maestros y místicos: “Dios está en ti”. Puedes traer el paraíso a la Tierra si recoges las expectativas infantiles que pones en el otro y utilizas esa energía para tener la fuerza de disolver el miedo, y todas las defensas que has construido en su nombre, para salir del encierro que ahoga tu corazón y abrirte de par en par a la magia del encuentro con el corazón del otro y con la más alta vibración de la Vida.