Para los días grises
Desde hace un tiempo mi vida personal ha adquirido un matiz caótico, viajes, separaciones, encuentros y reencuentros, muchas horas de trabajo o no saber qué hacer con mi tiempo, gente nueva, lugares nuevos, nuevas sensaciones, y sentimientos viejos que se reactualizan en un único aquí y ahora, culpa, remordimiento, nostalgia, tristeza, miedo pero también alegría, emoción, felicidad, calma, armonía, amor…
Como la paleta de un pintor cada uno de esos sentimientos brillan en estado puro, dan color y textura a mi vida, se integran y forman nuevos colores, nuevos pero latentes en estados anteriores y descubro infinidad de posibilidades, infinidad de matices. Yo soy el artista, yo mezclo los colores de mi vida, yo elijo donde pintar verde, rojo o naranja, yo y solo yo puedo crear la perfecta obra que es mi vida.
A veces el gris se apodera de mi paleta y poco a poco va transformándolo todo a su paso, de manera automática, me aferro al poco rojo que quedó inmóvil, impoluto… y trato de recuperarlo sin lograrlo, y es entonces, cuando entiendo que todo tiene razón de ser en mi vida, ¿Cómo haríamos para pintar una tarde lluviosa de otoño si no existiera el color gris? ¿Cómo plasmar la magnificencia de la naturaleza cuando el viento empuja a las nubes regando todo a su paso, dando vida, instando al nacimiento, al cambio y a la renovación? ¿Cómo haría para pintar las cumbres de la poderosa montaña que veo desde mi ventana cada mañana cuando la bruma reposa suavemente en sus picos y hace que mi corazón mortal se estremezca y lata sin control ante tanta belleza? ¿Cómo haría para pintar los cuadritos negros, blancos y grises del baby de mi hija en su primer día de clase? Cuando apenas podía ponerse en pie y sonreía con la pureza del recién llegado…
No, no pienso eliminar el gris de mi vida, aunque a veces solo desee una vida llena de colores brillantes, puros y bien definidos, se que el gris es tan importante como todos los demás.
Mariela Mazza