El desierto, la inmensidad del silencio
El desierto te atrapa, desde el primer instante en el que pisas su arena hay una energía que sale de lo más profundo de la tierra y te envuelve. No importa lo largo que haya sido el viaje hasta allí, el cansancio o la falta de horas de sueño, en cuanto los pies sienten la arena se conectan con su poder y todo el cuerpo recupera una inusitada energía.
De hecho es curioso, no me caracterizo por mi exceso de energía, el curso que estamos haciendo es por las noches, tiene que ver con la las estrellas y con esa luna inmensa que nos ilumina cada día, llevo durmiendo tres días entre dos y cinco horas pero no hay señal de cansancio en mi cuerpo. Todo lo contrario, lo que siento es una paz inmensa y una energía estable, no motivada por ningún estímulo o acontecimiento, sino que nace de la base de una conexión con algo grande que te recuerda quién eres.
Los dromedarios, con una paciencia infinita, nos adentran entre las dunas camino del campamento, todavía más alejado de la civilización. Y es ahí, cuando todo lo que te rodea son dunas de diferentes formas y tamaños y el inmenso cielo estrellado, cuando pierdes referencias y conectas con la ambivalencia del Ser, por un lado sintiéndote tremendamente insignificante y minúsculo, por otra parte sintiéndote parte de la grandeza del Todo.
Todo y Nada, fuera y dentro, se entremezclan retando las creencias del ego, acompañándote en un viaje que se inicia y termina en ti mismo, por muchos kilómetros que recorras, por muchas galaxias a las que llegues. Te alejas… y sientes el silencio, no puedes dejar de respetarlo, así que tú también entras en silencio interno y, es curioso, porque ahí empiezas a comprender mucho más, lo mismo más profundo. Y el
tiempo se ralentiza, hasta parase, el espacio es tan inmenso que desaparecen las distancias y allí, sin referencias, eres tú, por fin eres tú.
Los sentidos se expanden, cada instante es eterno, cada detalle cobra una dimensión extraordinaria, cada pequeño cambio te inunda y te traspasa, aprendes a escuchar sin parloteo interno, vives cada cosa dentro de ti, como si fuese solo un reflejo de ti mismo, como si el observador construyese lo observado y se fundiese con ello, como si lo de fuera solo fuese una proyección de lo de dentro que no es ni más ni menos que una expresión más de lo de fuera.
Por unos instantes, hasta que tu mente vuelve a tomar referencias y agarrarse a los recuerdos, has sido sin ser, sintiendo… y entonces tus pies vuelven a buscar la arena del desierto, para volver a ese espacio eterno que ha durado unos instantes, para volver a casa… a través del desierto.
* Fotos desierto de Beatriz Galan
Sin palabras me ha dejado leerte.
En silencio me dejo sentir aquello que emerje al leerte entre líneas.
Sin haber estado allí, me has trasladado a mi ORIGEN. Gracias.
Namaste
Que ganas de ir,al próximo me apunto
Pensamos en un viaje al desierto como un viaje turístico más. Tengo amigos que han ido y han venido fascinados por la belleza de su inmensidad,el cielo estrellado que abruma. Tu nos hablas de otro viaje sin dejar de disfrutar de lo externo, la realidad está en el viaje interior de la energía con la que comulgas permanente, del silencio que te acerca a tu esencia más íntima y profunda, de la renovación que experimentas cuando desde el desierto vuelves a casa. ¿Que línea hay que cruzar para vivir ese viaje espiritual tan antagónico al turístico?