Aquello que le pedimos a nuestra pareja…
Creo que la pareja es uno de los temas más interesantes en cuanto a procesos terapéuticos. No solamente debemos sanar a nivel individual, condición primera y necesaria para el establecimiento de un vínculo estable y amoroso más allá del primer momento de enamoramiento. Además, debemos luego integrar y equilibrar nuestras realidades psíquicas, emocionales y vivenciales a la de otra persona que en la mayoría de los casos es un perfecto desconocido.
Habitualmente, comenzamos nuestras relaciones de pareja con demasiadas expectativas: vamos proyectando en el otro todo lo que nos falta. Creemos que este ser al que percibimos como único y maravilloso viene a completarnos, a representar su parte de la “media naranja” y así nuestra vida se convertirá en perfecta, completa e ideal.
Creemos vislumbrar en la multitud a ese príncipe de ensueños, que va a rescatarnos de una vida llena de insatisfacciones y llevarnos a su castillo blindado, donde no existe la tristeza y todo es amor. O a esa doncella de cuentos, madre perfecta, esposa ideal, que luego de un día agotador se convierte en nuestro refugio y nos abre sus brazos de forma amorosa, sin cuestionamientos, siempre perfecta y con una amplia sonrisa en sus labios…
Es verdad, a medida que crecemos y maduramos vamos construyendo una imagen mucho más realista de nuestras relaciones de pareja, cada vez más alejada de los cuentos que leíamos de niñas. La verdad es que esos cuentos hoy me suenan crueles y pretenciosos: aquellos cuentos nunca nos prepararon para ser felices con nuestra pareja. Nos contaban las penurias y dramas de los enamorados, y, cuando por fin eran felices y comían perdices,… se acababa el cuento.
¡Cuánto más fácil y menos frustrante sería todo si renunciáramos a la idea de que las relaciones de pareja deben tener un final feliz! Y a la idea de que ese final feliz tiene como escenario un altar y un soñado vestido blanco. Si comprendiéramos que es un camino de aprendizaje compartido, si nos despojáramos de las expectativas y simplemente nos permitiéramos sentir y entrar en comunión con la energía del amor.
A lo largo de los años, aprendí que la pareja es una entidad viva que debe ser cuidada y alimentada con amor: un Ser que se va construyendo día a día. Vamos depositando en esa persona que tenemos enfrente todos nuestros sueños y nuestros deseos. Pero también nuestros miedos e inseguridades.
La mayoría de las veces elegimos a nuestra pareja empujados por lo que nos falta o creemos que nos falta, y entonces ya no lo vemos. Todo se nubla, todo se confunde, el adentro y el afuera nos impide vivir una relación plena. Nos impide disfrutar de nuestra relación de pareja, de los momentos de felicidad suprema en los que sentimos mariposas en el estómago y creemos que todo es perfecto. Y también disfrutar de las crisis. De vivirlas de manera consciente y madura como grandes oportunidades de crecimiento: sin miedo a perder al otro, sin la constante necesidad de tener razón o de que el otro nos de lo que sentimos que somos incapaces de darnos a nosotros mismos, sin exigir al otro lo que no estamos dispuestos a dar… Por eso, emprender una relación de pareja consciente es uno de los actos de valentía más grandes.
Vivimos en un mundo signado por la dualidad. Nada es absoluto: no somos brujas o princesas, príncipes o sapos. Somos una sutil mezcla de sensaciones y emociones, tenemos matices que nos hacen únicos e irrepetibles, somos un compendio de historias y vivencias maravillosas que nos hicieron llegar al punto exacto del camino en el que nos encontramos hoy.
Por lo tanto, el camino que comienza cuando decidimos empezar una relación de pareja tiene que ver con nosotros mismos y no con el otro. Consiste en hacernos responsables de nuestros propios sentimientos y emociones y permitir que el otro haga lo mismo.
Observarnos y observar nuestra relación de pareja de forma sincera, siendo conscientes de nuestras demandas y exigencias es un maravilloso punto de partida, ya que, aquello que habitualmente le pedimos a nuestra pareja es lo que debemos darnos a nosotros mismos.
Mariela Mazza
Terapeuta Traspersonal. Avatar Psicólogos